Dra. Jess Cardin

Dra. Jess Cardin

 

Profesora asistente – Departamento de Neurociencia, Facultad de Medicina de la Universidad de Yale
Becaria postdoctoral – Instituto de Tecnología de Massachusetts y Universidad de Pensilvania
Doctorado en Neurociencia – Universidad de Pensilvania

Translated by Yolanda Gomez Galvez

¿Por qué no es el cerebro humano del tamaño de un camión? Esta es la pregunta principal que impulsa la investigación de la Dra. Jess Cardin, profesora asistente en la Universidad de Yale. Ella busca comprender cómo las neuronas en el cerebro – particularmente  en el córtex cerebral – son capaces de adaptarse de manera flexible a los diferentes estados y contextos comportamentales. Si tuviéramos neuronas que son únicamente especializadas para cada escenario que encontramos, nuestros cerebros no podrían caber dentro de nuestros cráneos humanos – y, por lo tanto, Jess y su laboratorio están intentando entender qué principios celulares  y de circuitos permiten a las neuronas corticales actuar como “generalistas” en lugar de “especialistas”.

El interés de Jess en la flexibilidad cerebral se remonta a su pronta fascinación por el aprendizaje y la memoria, así como las ferias de ciencia en las que ella participó cuando era niña. En noveno grado, ella albergó una docena de ratones blancos en el cuarto de la lavadora de sus padres durante cuatro meses para llevar a cabo un experimento sobre diferencias sexuales en ratones mientras aprendían a navegar en un laberinto en forma de T. Como estudiante de grado en la Universidad de Cornell, ella continuó estudiando sobre el aprendizaje, aunque en un entorno más formal – en un laboratorio de pájaros cantores estudiando el aprendizaje vocal. Ella disfrutaba trabajando con este organismo modelo tanto que se unió a otro laboratorio de pájaros cantores para su doctorado en la Universidad de Pensilvania, donde ella aprendió a hacer registros electrofisiológicos extracelulares en animales despiertos y en comportamiento. Mientras que ella describe que aprender a hacer estos experimentos in vivo fue “extraordinario”, también se dio cuenta de la limitaciones de este tipo de trabajo y empezó a querer profundizar en los detalles de la actividad de neuronas individuales. Esto le llevó a unirse al laboratorio del Dr. Diego Contreras en la Universidad de Pensilvania como becaria postdoctoral donde comenzó a registrar electrofisiológicamente neuronas individuales en la corteza visual del gato. Desde ahí, pasó a otra beca postdoctoral en el laboratorio del Dr. Christopher Moore en el MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts, por sus siglas en inglés), donde amplió aún más sus herramientas de análisis y nuevas formas de ver al cerebro. 

Jess describe que cada uno de sus mentores postdoctorales ha contribuido significativamente a su desarrollo como científica, aunque de manera diferente. De Diego, ella ganó un profundo entendimiento de la rica tradición de usar electrofisiología para entender la visión. Su conocimiento del campo y su historia era muy basto, siendo muy influyente en como ella piensa, diseña experimentos, e interpreta datos. De Chris, Jess aprendió a pensar sobre la “visión general” de la ciencia que ella estaba haciendo y cómo comunicar su trabajo a una audiencia más amplia – habilidades que fueron imprescindibles cuando hizo la transición para dirigir su propio laboratorio.  Ella lo describe a él como si dirigiera una especie de “colegio de acabados” para preparar a sus becarios postdoctorales para trabajos académicos. Ella trata de imitar muchos aspectos de esto en su propio laboratorio, siendo transparente sobre varios aspectos de su trabajo en donde los estudiantes no suelen ser entrenados, como la administración y gestión de finanzas. 

Aunque las diversas experiencias de investigación de Jess fueron pasos importantes en su camino para convertirse en la investigadora principal de su propio laboratorio, reconoce que este camino no siempre está claramente trazado o es sencillo. Por ejemplo, dado que ella y su pareja han tenido un “problema de dos cuerpos” desde que ella era estudiante, a menudo han tenido que hacer concesiones y ajustes el uno para el otro para poder vivir siempre en el mismo lugar. “Tu no sabes cómo las cosas se van a desarrollar para ti, para tu vida, para tu proyecto, para el campo, para la neurociencia en general, para la tecnología que te permite hacer experimentos... muchas veces hay desarrollos sorprendentes que te empujan en una dirección que no podrías haber anticipado”, reflexiona. Por lo tanto, en lugar de tener que seguir un camino perfecto, ella señala que centrarse en trabajar duro e inteligentemente en cualquier situación en la que una se encuentra puede impulsarte hacia adelante. “No hay una forma correcta de hacer esto... o la única manera correcta de hacerlo es nunca dejar de moverse”.

Jess describe la gestión de un laboratorio como algo similar a ser una empresaria porque requiere “llevar puestos muchos sombreros” – no solo ser buena científica en la poyata, sino también buena comunicadora, gerente, escritora y vendedora. Mientras que ella todavía hace sus experimentos de vez en cuando, una de las consecuencias de llevar muchos sombreros es que ha tenido que aprender a “dejarlo ir”. Por ejemplo, ha aprendido a dejar de querer hacer las cosas rápidamente ella misma y, en cambio, confía en el proceso de aprendizaje de sus estudiantes. Además, a medida que sus estudiantes y posdoctorados han comenzado a utilizar técnicas en las que ella nunca fue entrenada personalmente, ha llegado a aceptar que es posible que no siempre sea la experta. En cambio, a menudo necesita aprender de sus alumnos y alumnas, y esta ha demostrado ser una de las partes más gratificantes de tener su propio laboratorio. En general, Jess describe que ser investigadora se ajusta a ella a un nivel muy profundo, y cualquiera que la conozca lo entenderá. Como comunicadora cautivadora, mentora comprometida y científica brillante, Jess hace malabarismos de forma experta llevando todos estos sombreros diferentes.

 
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