Dra. Maria Diehl
Translated by Omaris Velez Acevedo
Profesora Asistente de Ciencias Psicológicas Universidad Estatal de Kansas
Beca Postdoctoral Universidad de Puerto Rico
PhD en Neurociencia Universidad de Rochester
Cuando cursaba octavo grado, la curiosidad de la Dra. Maria Diehl la impulsó a un momento decisivo. Durante la disección de un feto de cerdo en la clase de biología, Maria primero siguió las instrucciones de su profesora, identificando los diferentes sistemas de órganos en el pecho y el abdomen. Pero luego decidió desviarse de las instrucciones y abrió el cráneo para echarle un vistazo al cerebro. Desde entonces, quedó fascinada. Sabía que se quería dedicar en su carrera a algo relacionado con el cerebro. Hoy, Maria es profesora asistente en el Departamento de Ciencias Psicológicas de la Universidad Estatal de Kansas. Su laboratorio estudia las conductas adaptativas y los circuitos neuronales subyacentes.
Aún fascinada por el cerebro cuando ingresó a Emory como estudiante subgraduada, Maria se sintió atraída por la especialización en neurociencia y biología del comportamiento, un programa interdisciplinario que combinaba psicología, antropología y biología. Aunque había sido amor a primera vista con el cerebro, originalmente Maria quería ir a la escuela de medicina en vez de ejercer una carrera de investigación. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no le gustaba el ambiente premédico y centró su atención en la neurociencia, lo que eventualmente la llevó a interesarse por la investigación. Luego de una breve experiencia en un laboratorio de psicología, se unió a un laboratorio de monos que estudiaba las diferencias sexuales en el envejecimiento cognitivo. Mientras realizaba tareas de comportamiento e incluso algunas imágenes por resonancia magnética en los monos, Maria sintió que finalmente había encontrado su nicho.
A pesar de que tuvo una experiencia positiva de investigación en la universidad, el síndrome del impostor se manifestó en Maria cuando consideró postular a escuela graduada. No estaba segura de si podría ingresar ni de tener éxito una vez allí. Para prepararse mejor, María ingresó a un diplomado en Virginia Tech. Tras interesarse por la evolución del lenguaje durante su bachillerato, se unió a un laboratorio que estudiaba el desarrollo del lenguaje en infantes. Aunque encontraba que las preguntas de investigación eran interesantes, la experiencia le dejó claro que prefería trabajar con el cerebro más directamente de lo que era posible con sujetos humanos. Por lo tanto, al ser aceptada en el programa de doctorado en neurociencia de la Universidad de Rochester, María eligió el laboratorio de la Dra. Liz Romanski, donde estudió la integración audiovisual de vocalizaciones y rostros en monos rhesus. María registró desde la corteza cerebral de un mono mientras le mostraba un video de otro mono haciendo un llamado. Las expresiones faciales y los tipos de llamado en el video se modularon de tal manera que los estímulos coincidieran (por ejemplo, un sonido de "arrullo" con una cara amigable) o no coincidieran (por ejemplo, un llamado agresivo con una cara amigable). María descubrió que existen neuronas en la corteza prefrontal ventrolateral que no solo responden a rostros y voces, sino que modifican su frecuencia de activación según si los estímulos coinciden o no. Estos datos ayudaron a confirmar la importancia de la corteza prefrontal ventrolateral en la integración de rostros y voces, potencialmente teniendo un rol clave en la comunicación social.
A medida de que avanzaba en su doctorado, María comenzó a darse cuenta de que quería dejar de estudiar monos en su próximo trabajo de investigación. Aunque disfrutaba trabajar con ellos, veía las limitaciones de invertir tanto tiempo y dinero en solo unos cuantos animales. María también sabía que quería ser mentora de estudiantes universitarios cuando tuviera su propio laboratorio, algo difícil de hacer en un laboratorio que utiliza monos como su modelo animal. Finalmente encontró el ambiente que buscaba en el laboratorio del Dr. Greg Quirk en la Universidad de Puerto Rico. Cuando visitó el laboratorio, la cálida bienvenida que recibió de los otros miembros la hizo sentirse cómoda inmediatamente. Aunque aprender a diseñar experimentos con ratas tuvo una curva de aprendizaje más grande de lo que esperaba, María pronto se adaptó. Para su posdoctorado, trabajó con un paradigma de evasión del miedo. Las ratas fueron entrenadas para asociar un tono con una descarga eléctrica en la pata, pero se les dio una plataforma donde pudiesen escaparse de la descarga. ¿La limitación? Desde la plataforma de seguridad, las ratas no podían alcanzar la palanca que presionan para obtener comida. Por lo tanto, el paradigma simula la conducta de evasión y cómo esta podría interferir con otras motivaciones fuertes. María utilizó la optogenética para silenciar diferentes partes del circuito de evasión mientras registraba desde la corteza prelímbica. Después, utilizó la información de este experimento para manipular las proyecciones prelímbicas hacia la amígdala basolateral y al estriado ventral. Interesantemente, descubrió que silenciar las proyecciones prelímbicas hacia la amígdala retrasaba la huida de las ratas a la plataforma de seguridad, mientras que silenciar las proyecciones prelímbicas hacia el estriado ventral aceleraba este comportamiento. Por lo tanto, la modulación de la actividad prelímbica permite a un animal tomar decisiones en contextos de motivaciones en competencia (p. ej., evitar descargas eléctricas y buscar recompensas de comida).
Tras un exitoso posdoctorado, Maria aceptó una oferta de trabajo en la Universidad Estatal de Kansas. Sin embargo, los primeros días de su laboratorio presentaron muchos desafíos. Comenzó su laboratorio en plena pandemia de COVID-19, lo que implicó que varios artículos importantes quedaron pendiente a entrega retrasando su progreso inicial. Esto también significó que sus primeros alumnos estaban pasando por tiempos difíciles con el aislamiento social y carecían de la motivación y el compañerismo que viene de sentirse parte de una comunidad de laboratorio. Además, Maria dio a luz a su primer hijo casi al mismo tiempo y tuvo que ser mentora a distancia durante su licencia postnatal. Aunque el comienzo fue difícil, Maria y su laboratorio superaron estos desafíos, y el laboratorio está empezando a crecer. Sin embargo, a medida que acepta a más alumnos, el objetivo principal de Maria sigue siendo el mismo: entusiasmar a la gente con la neurociencia.
En su laboratorio, Maria está desarrollando proyectos en base a su trabajo posdoctoral. Utiliza un paradigma similar, pero lo ha modificado para estudiar las interacciones sociales en el contexto de la conducta de evasión. Le interesa entender cómo el comportamiento de las ratas podría alterarse si dos ratas experimentan el mismo paradigma juntas. ¿Aprenderán una de la otra? ¿Qué sucede si una de ellas ya tiene experiencia con la tarea antes de ser puesta con otra rata? ¿Cambiaría esto la forma en que la otra rata aprende la conducta de evasión? Mientras ella trabaja para responder estas preguntas, la curiosidad innata de Maria por el cerebro sin duda inspirará a sus jóvenes aprendices. Y quizás, cuando estos vean el cerebro de una rata por primera vez, sentirán lo mismo que Maria sintió en octavo grado: un momento mágico que les haga querer dedicar su vida a estudiar el cerebro y sus misterios.
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